No hubiese previsto que sólo tomar la decisión de ir a territorio Palestino iba a suponer tanto alboroto, conflicto con personas que quiero e incluso enfado.
Estas primeras palabras de reflexión están escritas en el tren que me llevaba desde el norte de Israel a Tel aviv.
Tal vez es mi ignorancia la que me evade de la gravedad del peligro, aunque por otro lado ya he vivido dos guerras en Israel y sea cuál sea la causa no he pasado miedo o terror más de unos pocos segundos. En mi caso yo creo que esto se debe a vivencias mías del pasado que supusieron mucho sufrimiento y me aterrorizaron de por vida sin dejar espacio para más miedo.
Como me decía un psicólogo al que iba: hay veces que no te puedes sentir culpable porque sencillamente no tienes espacio para la culpabilidad, es como una botella que ya está llena ya no tiene cabida para más, a menos que algo salga.
Llevo esperando la oportunidad de ir a territorio Palestino desde hace tres años, los que llevo aquí básicamente. Para mí es importante poder ver con mis ojos qué ocurre, aunque sea a un nivel más superficial. Ya que para realmente llegar a comprender la situación y conocer lo qué ocurre has de quedarte en un lugar por algún tiempo, desde mi punto de vista. En este punto, en el tren ya estaba ansiosa por tener la oportunidad de entablar conversación con palestinos y a poder ser con «settlers» (asentados: son los judíos que viven en territorio «Palestino» aunque esto es mucho más complejo por todas las guerras, cesión y conquista de territorio durante la historia; por la información que he recogido y lo que han visto mis ojos, los judíos que hay en esa tierra son ortodoxos, es decir radicales. Tan radicales como cualquier persona que siga una religión y la lleve al extremo).
Una de las cosas que me ha chocado antes de llegar a Hebrón, es que mi decisión haya generado tanta hosquedad. Por mi parte, no tengo sentimiento patriótico, ni por España ni por ningún país. Mi identidad es tan difusa como clara. Sí, mi pasaporte es Español, mi esencia es universal. Por tanto, en todo caso soy del mundo, y mira que esto molesta mucho cuando se lo dices a alguien con sentimiento patriótico, sea un Palestino, Israelí, Americano, o cualquier procedencia con la cual el individuo sienta una extrema relación de pertenencia. Pues me parece muy bien, que tú te sientas «X o Y», pero respeta que yo me sienta «Z». Sólo se trata de una palabra tan olvidada como: tolerancia.
Y como digo, puedo comprender la necesidad de IDENTIDAD, pero me cuesta trabajo entender la ferviente defensa sin compasión y el deseo de venganza. A decir verdad yo solía ser así en pequeña escala claro; es más, cuántas veces había deseado la muerte de incluso un ser que no quiero nombrar porque si lo hiciese saldrían muchas preguntas y nos queremos enfocar en otro tema, lo que quiero decir es que todo pensamiento tiene capacidad de cambio y evolución. Ahora no diría: que se muera, diría: le deseo felicidad, le saludo con amor. Porque sólo cuando los otros son felices o viven de forma contenta tú podrás vivir en Paz. Ya que cuando todo el mundo está «bien» no tiene necesidad de molestar, pelear o generar odio en contra de nadie.
Continúo…¡¡qué me voy por las ramas!!
Ya estando en el tren y mencionando Palestina mientras hacía un mini video, vi algunas caras hostiles y otras más amables mirándome. Es un poco el reflejo de la sociedad israelí, ya que por si no lo sabías, aquí hay muchísimas personas pro paz y pro integración y otras más reticentes que se sienten en constante amenaza y defienden una línea más de: «pro esta es mi tierra». Sin embargo, clasificar en dos grupos a toda una sociedad me parece una aberración, así que es simplemente un modo de expresión, ya que hay tanta diversidad de opinión como matices.
Una vez en Tel aviv, me reuní con mi queridísimo James (profesor de Mysore-Ashtanga). Él ya había estado varias veces en Hebrón pero aún podía sentir el nerviosismo que salía por sus poros.
Llegamos a Jerusalem en autobús, y directamente cogimos la conexión de Jerusalem a Hebrón un trayecto de una hora y media – dos horas. Finalmente llegamos a Hebron, la cual está dividida en dos sectores: sector H1 bajo autoridad palestina, y el sector H2 bajo control militar israelí (ya que es muy borroso si esa tierra pertenece o no a Israel, pero como algunos judíos radicales decidieron asentarse en esa zona las autoridades Israelís sintieron la necesidad de protegerla, pero como digo esto es mucho más complejo de lo que yo puedo explicar en este post, así que antes de formar un juicio, a poder ser evitar prejuzgar y cultiva más la compasión, hay que documentarse, vivir la experiencia por sí mismo…e integrarse en los distintos ámbitos culturales). Porque está zona en la que se encuentran este grupo de «asentados» no está apoyada por toda la población Israelí, de hecho es chocante ver a muchos judíos no Israelís ir a vistarla, muchas voces radicales en este caso son «extranjeros» que vienen de visita o de apoyo a los «asentados», aunque también existe la otra cara de la moneda, los «pro palestinos». En ambos casos se palpa en em ambiente la provocación, y desprecio de unos grupos hacia otros, y de incluso los que como yo, no nos posicionamos.
Por ejemplo, andando por la calle o en una parada de autobús puedes ver a algunos «asentados» con una especie de lazo de color que marca lo que ellos quieren que sepas (con quién se identifican y qué defienden…a mí personalmente me parece un poco: ¿no fue suficiente con haber sido marcado durante el Holocausto? ¿de verdad, tienes la necesidad de marcarte y reiterar tu posición?). Por otro lado, los palestinos ,sobre todo los niños que yo visité, llevaban grabado en su uniforme la bandera palestina.
Nos centramos en el sector H2, es donde yo estuve. Habitan alrededor de 30.000 palestinos y por lo que me he documentado unos 500 colonos israelís, repartidos en distintos asentamientos.
Mi cabeza me dice: ¿500 personas qué han decidido dar por saco? ¿30.000 no pueden aceptar a esos 500? Aparentemente no.
Pero hay algo que se ve a leguas, y que extremos radicales nunca podrán entenderse. En cambio, en Israel convivimos todos juntos con muchos menos problemas de lo que los medios muestran, de lo que los políticos venden, y de lo que los radicales manipulan.
Sin ir muy lejos, mi pareja es director de una empresa y los trabajadores que la forman son todos de culturas distintas: árabes-musulmanes, árabes-cristianos, judíos, drusim, tailandeses. Y todos trabajan en armonía, con los mismos derechos y obligaciones.
Caminando por esta ciudad fantasma, ya que no se ve actividad real, puedes ver soldados, algún palestino caminando sólo dentro de las zonas en las que lo tiene permitido, es tan patético que estés caminando y de pronto esa persona no pueda continuar porque él ya sabe que cruzar esa línea imaginaria le va a acarrear problemas. En cambio, en el sector H2 un «asentado» puede circular libremente por toda la zona. No hay cruces de palabras entre ambos extremos, y las vibraciones son bastante tristes y llenas de pesadumbre. James me comenta que en la zona H1 es una ciudad como otra, con actividad y vida normal. Sólo de Palestinos.
El cielo gris como el aire que se respira de pronto se solapa con la lluvia de sonrisas y ternura que recibimos al llegar a la guardería. Los niños tienen entre tres y cinco años.
Comenzamos con ejercicios básicos de respiración, inhalando y exhalando acompañándolo con movimientos de las manos, al cabo de un poco comenzamos con posturas y cada postura es una animal (originalmente es así, en sánskrito muchas posturas tienen nombres de animales, todas las posturas están relacionadas con la naturaleza). Si estábamos en la postura del Perro o V invertida (Adho Mukha Svanasana) lo acompañábamos de la onomatopeya del ladrido, en la del gato igual, y así sucesivamente. Convirtiendo una clase de Yoga en algo ameno, divertido y constructivo. Aprenden inglés al mismo tiempo que realizan actividad física y respiración. Fue tan divertido ver como todos se acostaban en Savasana o postura del descanso.
Las profesoras palestinas fueron muy amables, sin interferir en nuestro trabajo y colaborando con lo que necesitásemos.
De ahí fuimos caminando a esperar el autobús. Un chico palestino se acercó ofreciéndonos un tour que rechazamos amablemente, y entablamos una conversación en la que le contamos el propósito de nuestra visita, reaccionando de forma agradecida. Paramos en frente del sitio religioso más importante de la ciudad: la mezquita de Ibrahim o la tumba de los patriarcas, dependiendo de la religión es llamada de una forma u otra. El sitio es considerado sagrado por las tres principales religiones abrahámicas: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Según el Génesis, es una cueva que compró Abraham por cuatrocientos shekalim de plata para enterrar a su esposa Sara. Según las tradiciones judías y coránicas, Abraham, Sara, Isaac, Rebeca, Jacob y Lea están enterrados en la cueva, considerada el segundo lugar más sagrado del judaísmo y el tercero del islam.
James y yo queríamos entrar a visitar la parte de la mezquita primero, pero él al ser americano-israelí tiene la entrada vedada. Y, normalmente yo no tengo problema de ir sóla a ningún sitio pero en un lugar donde sientes las tensiones hasta lo más hondo de tu ser, tu cerebro te dice: a ver vamos a ser realistas. Así que decidí no ir. Nuestro amigo palestino tuvo que parar en ese punto ya que no podía continuar recto, pero si iba haciendo una especie de L podía llegar al mismo lado al que nosotros nos dirigíamos…en fin, sin comentarios.
Fuimos a la parada de autobús que está justo en el lado de la tumba de los patriarcas que corresponde de entrada a los judíos, tras media hora esperando y sin indicios de que el autobús apareciera nos decidimos a visitar la parte judía de aquel lugar. Fue una visita muy breve y un escenario típico judío. Hombres estudiando la Cábala, dialogando con hombres detrás de unas rejillas, tipo las que separan en las iglesias cristianas en el confesionario al cura y el penitente.
Por supuesto, todo esto siempre cruzando controles militares.
¿Pasaporte? -entregándolo.
-Y ¿eres judía?
– No
– ¿Entonces?
– Yo soy del mundo.
– ¿Eh? (momento en el que o contesto que soy Cristiana o sus ya sospechas pueden volverse más importantes).
– Mi amigo interviene: Es Cristiana.
Mi cara de: prefiero que me tomes por tonta, como si no supiera contestar porque si contesto aquí se va a armar una….
Sí, mi desafío en ese momento no es lo más inteligente, pero mi indignidad hacia la importancia que se le da por motivos POLÍTICOS de qué crees o que corriente sigues, es infinita.
Volvimos a la parada de autobús, donde colonos judíos hacían autostop y otros judíos radicales los recogían, por supuesto, nosotros no éramos invitados a ser llevados. Ya que nuestra confusa inclinación les parece una amenaza. Y para que quede claro yo no me inclino hacia ningún lado, en ambos hay inocentes, en ambos hay terroristas, en ambos hay amor, en ambos hay deseos de guerra. Posicionarse puede resultar lo más fácil o lo más difícil. Lo más destructivo también, ya que les das poder a unos y humillas a otros.
James y yo seguimos esperando el transporte público, y los niños palestinos empiezan a revolotear. Estos niños son más mayores, tal vez 10-14 años, se acercan corriendo tirando de la ropa y diciendo: Give Me money, give me money, give me money! La situación puede resultar hasta violenta, ya que puedes sentir en su voz que para ellos tú no eres palestino, tú no estás apoyando su causa, así que a menos que les des algo que les sirva no eres bienvenido (aunque también eso que yo siento o sentimos es un prejuicio generado por el miedo). A pocos metros otro grupo tira unas pocas piedras muy cerca de nosotros, eso ya empieza a ser feo. Es impactante como de una edad a otra, los niños son meros seres inocentes, y en cuanto las ideologías, odio y venganza empiezan a ser impuestas en su mente se pueden tornar seres amenazadores y peligrosos.
Un poco de nerviosismo, otra pareja de dos chicos palestinos se cruza ante nosotros y se pone de modo provocador, los militares como en otros momentos de la mañana, interfiere a lo que nosotros decimos no pasa nada…pero para los militares es «su trabajo». Llega un momento en lo que todo es confuso, todo es complicado, todo es erróneo.
Por fin, llega el autobús que por cierto sólo es exclusivo para judíos de Hebron o turistas, pero prohibido para Palestinos, y sin pensar en los autobuses bombas que ha habido, ni en las historias que se rumorean de que los «asentadores» son los más intolerantes y de los que más cuidado hay que tener..James y yo buscamos conversaciones alegres y esperanzadoras.
Al final, todo se resume en ser un buen ser humano. En tener buenas intenciones. En ser consciente de que no sabemos nada cuando creemos saberlo todo. En ser conscientes de que juicios y posicionamiento matan a tantas personas como un rifle apuntando al corazón.
Cultivemos la COMPASIÓN, el odio y la ira ya crecen solos como malas hierbas en cualquier pradera.
Como tigre/humano; ¿consideras que hay algo que podríamos hacer ya sea unos cuántos o los que sean, para contribuir o influir a una convivencia en armonía de manera sostenible aunque tome el tiempo necesario?