La carta de esta semana te invito a que la leas en calma, con tiempo. Esto te podrá remover… Gracias siempre por leerme.
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Hay dos caras del mismo presente. La ilusoria y la real.
La ilusoria, la de la inmediatez, sólo me importo “yo sin consciencia ni conscuencia”, lo que está sucediendo en este momento sin ponerle energía ni foco a cómo las acciones y las No acciones tienen un impacto en lo que es y lo que viene, en el futuro, que pareciendo ajeno a mí es donde estaré y estarán los “otros”. Es decir, me irreponsabilizo, no asumo ni considero las consecuencias.
Además, en esta cara, el pasado ya pierde su valor de mostrarnos algo de lo que aprender, porque yo estoy aquí ahora y me es indiferente qué ocurrió antes a menos que sea algo Vintage y esté de moda. Lo cual tiene un relación directa con los valores que priman en las sociedades que vivimos, o la pérdida incluso de estos.
El desprecio del pasado y el descuido del futuro es la representación viva de la sociedad que habita esa cara del presente, esa realidad ilusoria dentro de una burbuja de la que además sólo algunos humanos tienen el «privilegio de explotar”.
Pongo en duda la capacidad de ocuparse de lo de fuera, de los que nos concierne a todos, si uno paralela y/o previamente no se ocupa de uno mismo. Si no nos ocupamos de nuestro criterio propio desgastamos la energía en mantenernos vigilantes ante los juicios; nuestro presente en vez de ser creativo y florecedor, aparece como un escenario de presente infértil. Apuntando hacia afuera, en vez de accionarnos desde una consciencia fértil. Por esta razón, para poder llegar a la otra cara del presente, la que nos atañe, la REAL, ha de haber una revolución de conciencia individual primero o al menos paralela.
Antes que nosotros, pensaron otros, esto no lo podemos olvidar, en vez de “innovar» cosas constantemente hemos de darle espacio y honrar las raíces, de dónde viene nuestro pensamiento y cultura. Recuperar reflexiones para intentar comprender cómo hemos llegado hasta aquí.
Mirar históricamente el pasado no es encontrar recetas sino traducir ciertos esfuerzos para pensar los nuestros; y vincularnos de nuevas formas con las comunidades, y las relaciones interpersonales también.
Ocuparse del presente con una mirada dirigida hacia cómo hacerlo mejor para el futuro y cómo cuestionar la historia, qué nos sirve hoy del pasado -comprendiendo que no es sólo coger datos o caer en la nostalgia como diría Daniel Inclán – sino salir de la trampa disciplinar y occidental, cómo nos apropiamos de lo que nos sirve históricamente superando las contradicciones. El sentido del presente no se puede disolver, seamos conscientes o no el presente está ocurriendo, al menos la percepción de cada uno de su presente.
En casos como el Chernóbil, el de Auschwitz, y ahora con el Cambio climático y los actuales conflictos pareciese ser que las huellas de nuestro paso por la tierra se han borrado, que ya no reconocemos el tiempo como algo lineal. Ha habido una ruptura de esa idea de tiempo.
Hay unas palabras que resuenan de Svetlana “Cuando hablamos del pasado o del futuro, introducimos en estas palabras nuestra concepción del tiempo, pero Chernóbil es ante todo una catástrofe del tiempo”. “De pronto el pasado se ha visto impotente; no encontramos en él en qué apoyarnos; en el archivo omnisciente (al menos así nos lo parecía) de la humanidad no se han hallado las claves para abrir esta puerta”.
Lo que se me ocurre es cuestionar: ¿cómo va a haber una conexión con el tiempo, en el sentido de poder predecir en base al pasado qué catástrofes pueden darse si hay una desconexión del ser humano con la naturaleza, con nosotros mismos que somos naturaleza (en palabras de Bruno Latour) y con los valores?
Es imposible ignorar que la historia del Ser humano y la historia natural siempre han estado conectadas y ligadas, y lo estarán, aún cuando historiadores han querido segmentar y aún se sorprenden ante este nexo irrebatible. Lo cual se traduce a que toda acción en el presente va a tener un impacto. Ese impacto mitigará el colapso de un futuro o lo acelerará.
Observando a otros seres vivos, o especies -haciendo referencia al debate que surge entorno a esta nomenclatura para hablar del Ser humano- podemos ver que estos pueden predecir que va a ocurrir algo; conocemos hechos que delatan animales que huían de un lugar (“que sin saberlo”) era radioactivo, de que se acercaba un tsunami o un terremoto.
Al estar tan desconectados de nuestro cuerpo, nuestros sentidos y asimismo de nuestro sentir, lo cual nos lleva a esta incoherencia vital nos despojamos de lo que únicamente nos podría Salvar: la consciencia de Ser.
Tras leer a varios autores y permitiéndome la vulnerabilidad delatando algunos pensamiento propios en momentos que me siento empobrecida de espíritu y desesperanzada, a veces me sorprende que no sea incluso peor, ¿de verdad que nos sorprende cómo está el mundo? ¿De verdad, que nos sorprende que el ser humano haya llegado a ser un agente geológico, a crear guerras una y otra vez? Si no tenemos conexión, naturaleza y humanidad ¿cómo si quiera vamos a poder ver lo parásitos que somos y lo que estamos haciendo? No hace falta más que pasearte por una ciudad para ver la desconexión, desnaturalización y finalmente deshumanización.
Estamos confundidos, somos ignorantes, hacemos lo que podemos con lo que sabemos y conocemos en este nivel de consciencia de cada uno.
No obstante hay una reflexión que creo que bien podría servirnos a TODXS en un día como hoy, nos ubiquemos donde nos ubiquemos en cuanto a pensamiento político, social, ético, etc..
Es que la toma de responsabilidad es urgente.
Es urgente replantearnos los valores como ya aconteció Nietzsche. O en palabras de Fromm:
«Yo sé que lo hice, que estuve ahí” reconocer esto cambia todo.
Dice a este respecto Erich Fromm en su libro El corazón del hombre:
«Hay confusión en el uso del concepto de responsabilidad. Esta palabra se usa la mayor parte de las veces para denotar que soy punible o acusable. A este respecto, hay poca diferencia en que yo permita a otros que me acusen, o en que yo me acuse a mí mismo. Si me encuentro culpable, me castigo. Pero hay otro concepto de responsabilidad que no tiene relación ni con castigo ni con culpa; en este sentido, responsabilidad solo significa: sé que lo hice. En realidad, en cuanto que mi acción se siente como pecado o culpa, se enajena. No soy yo quien hizo eso, sino el pecador, el malo, esa otra persona que necesita ser castigada. Sin hablar de que el sentimiento de culpa y de autoacusación crea tristeza, autoaborrecimiento y aborrecimiento por la vida».
El combate para salvar-se-nos es necesariamente el combate para un cambio de civilización, es un imperativo humanista, relativo no solamente a tal o cual clase social, sino al conjunto de los individuos.
Mírate, ¿te ves? ¿qué ves? comienza ahí y todo lo demás será un camino más llano.
Espero puedas leerlo con Con mucho amor, ternura y fuerza. Que si algo te agita, te remueve observes si te cause aislamiento o conexión. Que me escribas, desates tus palabras y tus nudos y te leeré con gusto y aprecio. Siempre que lo hagamos desde el respeto y desde el querer elevarnos y no aplastar unxs a otrxs.