Unas horas para partir hacia la tierra que me vio nacer.

Ya marchaste esta mañana con el helor del amanecer, un cruce de miradas, un cuídate y un dulce-amargo adiós.

La nostalgia comienza a inundar mi ser, luchando contra la felicidad. Lo que intento comprender es porque no pueden enlazar sus manos y caminar juntas al menos por un rato.

Sin discrepar. Sin discutir. Sin golpear. Sin llorar.

Sólo el silencio es necesario entre ambas. El silencio les proporcionará calma, paz y tranquilidad.

Esas propiedades que se han convertido en básicas para continuar respirando segundo tras segundo, sobre todo desde que vine a vivir a estos frondosos bosques sin ruido, sin gente, sólo Yo.

Desde mi ventana todavía se ven algunas capas de nieve cubriendo las pocas verdes zonas que empiezan a dejarse ver. Pero la primavera-verano de este lugar está inquieta por llegar, abrirse y sacar todo a florecer.

Las ardillas comenzarán a salir de sus escondites, enredándose entre las flores y los árboles, buscando algo que comer.

El cielo cada vez está menos gris, el sol clama a las estrellas que le permitan salir y brillar por encima de las nubes que pretenden seguir entorpeciendo su camino.

Abro la ventana, y dejo entrar ese viento ya no tan helado, unos 3º bastante soportables; golpeándome en la cara termina de despertarme en esta extraña mañana en la que mi vida decide dar un paso hacia adelante. Seguir un camino, con riesgos, sin miedos, apostando por sólo una cosa, la cual tiene el nombre de Felicidad.

Sol, cálida brisa, arena entre mis dedos, el horizonte sin fin escondido detrás del eterno mar, esperadme, estoy llegando, quiero saborearos y sentiros como nunca antes lo había hecho.

Vamos yo y mi permanente sonrisa hacia el lugar que por esta vez hemos elegido.

SIMPLEMENTE YO, SIMPLEMENTE T.

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