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Ya dejé la idílica isla de Koh Tao tras de mí cambiando de una realidad a otra totalmente distinta.
De la paz, armonía, tranquilidad, dinamismo y flexibilidad que llevan los habitantes de la isla (locales y extranjeros) al estrés, frustración, falta de ánimo y motivación que me encuentro en un país más desarrollado y occidental que cualquiera en los que he viajado en estos meses.

Qué ironía, en los países occidentales dónde todas las facilidades son pocas, dónde las comodidades son la norma para vivir, dónde comer no falta (al menos si lo comparamos con las tasas de los países subdesarrollados, o como a mí me gusta llamarlos los países “afortunados”) es dónde menos entusiasmo y alegría encuentro; y dónde el poder y el dinero siguen siendo los patrones para integrarse en la sociedad y lograr lo deseado: los puestos más altos, la mejor situación social, el no dejar de poder comprar y consumir.

No estoy interesada, al menos en este momento, en matizar los cambios sociales, económicos y políticos que estamos viviendo, ya que de lo que hablo es de actitud, es de filosofía de vida.
Hace cinco meses me fui con la esperanza de encontrar algo distinto cuando volviese, ahora he vuelto, y me pregunto ¿Cómo eres tan inocente? Las situaciones no cambian si las personas no lo hacen.
Y los cambios en las personas ya sabemos lo difíciles que son, suponen de un esfuerzo y voluntad que pocas personas denotan.

Hace años me decían que eso de viajar de forma indefinida no tenía sentido ninguno, que era irrealizable, y en caso de que lo hiciese estaba echando a perder mi vida.
Hace años me decían que tenía que estudiar una carrera (me lo decía la sociedad, mis padres, mis amigos, ¡qué mas da!) y planificar mi futuro.
Hace años decían que cuando crecías la meta era tener una SUPER hipoteca (o varias junto con préstamos), un coche, y un buen puesto de trabajo.

La realidad en la que cada uno vive es relativa, obvio que las realidades físicas son universales, como que si lanzo un objeto al aire terminará cayendo por la gravedad, pero sí es relativo que el color del mar es azul, verde o turquesa.
Por ello el viajar, el haber vivido en las condiciones que lo he hecho, de forma libre, no siento que haya sido una burbuja, sino en todo caso una realidad paralela, algo palpable, algo que puedo elegir.
Aún así, todavía hay personas que me dicen que eso no es REAL, con ello quieren decir que no es posible alargar el periodo de vivir de forma despreocupada y sin establecerse en un lugar en concreto de forma indefinida.

Ja! Digo yo.

Hay que creer en la utopía porque la realidad es increíble (eso dijo mi amigo, Aristóteles)
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