El desierto cubre el horizonte, la aurora acompaña temprana (a las 6 el sol empieza a destellar),cada estación hace del paisaje un poema singular, el lago endorreico (Mar Muerto) te atrapa sin apenas ser consciente de que tras sus suaves y cálidas aguas prácticamente todo yace sin vida.

La entrada al país es particularmente conocida por estar llena de obstáculos burocráticos, tanto papeleo como interrogatorio largo y tedioso, aunque no siempre es así.
En mi caso, el hecho de que la primera vez que visité el país explicase que las personas que visitaba las había conocido en terreno asiático, y los visados estampados en el pasaporte evidenciaban que uno de esos lugares era India, no fue la manera más inteligente de acceder al país. No sólo porque me tomaron por una Drug-dealer (proveedora de drogas), sino porque no entendían que podía haber conocido suficientemente a unas personas como para venir a visitarlas.
En fin, tras una hora perdida, lágrimas que se asomaban pero que yo no permitían que saliesen, una dosis de agobio y unas cuantas sonrisas de niña buena, decidieron que de Drug-dealer tenía poco y me dejaron entrar a su maravilloso país.

En cambio, la segunda vez sólo me hicieron una única pregunta: ¿Dónde va?, a lo que contesté con dirección en mano y en mi hebreo que va tomando forma, y sin problema entré de nuevo.

Mi primera parada fue un Kibbutz (http://es.wikipedia.org/wiki/Kibutz), he de añadir que hoy en día no es meramente agrícola, sino que existen Kibbutz que se sustentan con mayor inversión en el sector industrial dentro de la propia comunidad.
Lo que más captó mi antención fue que en el Sur de Israel todas las áreas, ya sean pueblos, pedanías o Kibbutz están verjadas, vigiladas las 24h, y con bases militares cercanas, o al menos encuentras militares alrededor. Al principio, me asustó, te hace sentir inseguridad estar rodeada de esa aparente excesiva seguridad, pero al final terminas acostumbrándote.
En realidad, Israel tiene sus razones para estar «obsesionada» con la seguridad incluso aunque parezca exagerada. Es una seguridad que no se entromete ni interviene en tu vida diaría, al contrario que tratan de que tu vida sea lo más pacible posible.

Los primeros días de mi estancia en el Kibbutz escuchaba ruídos relativamente grotescos hasta que alguien me informó que se trataba de bombas, ya que el Kibbutz en el que me hospedaba se encuentra a escasos kilómetros de la línea de Gaza. No volví a escuchar más.
La forma de vida en un Kibbutz es muy particular, este en concreto, tiene un comedor común donde todos los habitantes y trabajadores-no habitantes comen a diario, exceptuando los sábados que es el día de descanso, la lavandería también es común, hay un supermercado, una guardería, un centro de voluntarios, entre otras comodidades.
Se respira armonía, tranquilidad y una paz que a pesar de la ironía de encontrarse a unos metros de las «bombas» no he respirado en casi ningún lugar de todos los que he viajado del globo terráqueo (todavía quedan tantos por ver…qué osadía por mi parte).

Más de la mitad de la población de Israel se concentra en Tel Aviv, Jerusalem y Norte de Israel, quedando el Sur desierto en ambos sentidos, y yo sinceramente ¡Encantada!

Cuando viajé hacia el desierto rocoso en pura esencia, y el mar muerto, descubrí que recoger autostopistas es deporte nacional, así que nosotros no íbamos a ser menos, en todo el camino recogimos y dejamos entorno a ocho personas. Casi todos muy agradables, gente jóven mochilera.
El desierto permite que te pierdas con su belleza, tan sumamente hermoso, pequeñas montañas lo decoran, arena es el color que lo alimenta contrastando con el azul intenso del mar muerto, colores tan bellos que te atraen hasta que tocas sus aguas, flotas inevitablemente, aguas termales (muy calientes) en la orilla con el barro sobre tu cuerpo desnudo.

Masada, era una parada obligatoria, unas vistas impresionantes te ofrecen la contemplación del Mundo, un lugar lleno de sabiduría gracias a la historia que lo acompaña.

No cabe duda que me he enamorado de su tierra prometida, para mí no es más que otra tierra que me ha atrapado.
Con su naturaleza, sus paisajes, su soledad, su gente, su historia, su Esencia.

Tal vez, alguna vez.

Sólo es el comienzo de otra nueva aventura.

PD: ACOP estás conmigo allá donde me encuentre.

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