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Cuando era niña, estaba realmente desconectada de mi cuerpo. Era mi forma de escapar del dolor que me causaban las palizas que duraron hasta que me marché de casa.
Detestaba el cuerpo, no sabía que uso tenía más allá de darme problemas de salud, de hacerme sentir dolor, y de continuamente llevarme a la comparación con otros cuerpos aparentemente pluscuamperfectos haciéndome querer mutilar el mío propio.
Recuerdo leer a filósofos occidentales, sacar buenas notas en la escuela cuando creí que ese era el peaje a pagar hacia una independencia laboral y económica así como salida del hogar y dejar las palizas atrás, lo que no encontré fue a nadie hablándome del cuerpo como parte inseparable del resto. Lo que veía eran dos opciones: desprecio del cuerpo o cultivo de éste para emitir una imagen determinada.
Este enfoque vital, de desprecio corporal, me ayudó a ser una persona muy resiliente en algunos aspectos. Sin embargo, hubo muchos costos. Muchos placeres se adormecieron, mi realidad sólo existía dentro de mi cabeza, en mi mente. No me sentía motivada ni comprometida con la vida, como si estuviera mirando el mundo a través de un agujero minúsculo. Mi cuerpo y mi mente vivían en una completa disociación. Como si uno no perteneciese al otro. La desconexión era tal que mi cuerpo comenzó a somatizar cada vez más para que comenzase a escucharlo.
No encontré a nadie que cuidase de su SER, como totalidad, hasta que ya post universitaria tras un ataque de ansiedad y estrés, comencé a ir a unas clases de Yoga.
Debido a todo lo que atravesé en mi experiencia, he llegado a apreciar los beneficios de ser consciente del cuerpo, descender a él, habitarlo, y lo más fundamental, serlo. El dolor y sufrimiento es un sistema de alarma que bien sintonizado sonará para hacerte saber “oye, por ahí no”.
Es un enfoque obsoleto el de abordar la mente sin tener en cuenta el cuerpo. Es vital usar el malestar existencial y los síntomas del cuerpo como lo que son: Avisadores.
Reescribo esta historia, por un lado para que no se me olvide todo lo aprendido y es reconfortarte regodearse en el gozo de que ahora sí me habito, por otro lado, para invitarte y recordarte usar el cuerpo como vehículo de comprensión de la realidad.
Habitar el cuerpo es simplemente decir una verdad

Lo que experimentamos ser (pensamientos, sentimientos, recuerdos y deseos, la conciencia misma) está restringido, condicionado y construido por el cuerpo a través de su sistema nervioso.

 

En la siguiente carta continuaremos con esta temática, no te la pierdas.

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